Existen momentos en la vida en que uno se da cuenta de que se está haciendo mayor. Uno de ellos es cuando al caminar por la calle alguien te dice: «¿tiene hora?». Así, sin la «s» final… Sin avisar. Otro es cuando hablan de ti en la cola de una tienda diciendo: «el último es ese señor». Jodido… Muy jodido. El tercer punto es cuando pones un gesto sospechoso al saber que casi todos los futbolistas de Primera son más pequeños que tú (ese, ese que están poniendo ustedes). El último es cuando empiezas a dejar de poner ciertas emisoras de radio y siempre sintonizas las que exclusivamente programan «oldies»: canciones que han sido un éxito en un momento pasado (mínimo diez años).

Miren, no intento convencer a nadie, no tengo que hacerlo. El concierto se llama «Bare bones» (huesos desnudos para los lejanos a la lengua de Shakespeare) y el título le viene al pelo. Entiendo que haya gente que aboga por la «música para divertirse», pero es que yo me divierto con ésta. Cabe decir que en un momento, ante una canción que no me esperaba, empecé a sonreír y cantar como un loco. ¡Y estaba en mi casa! ¡Y es un concierto acústico (más que acústico o desenchufado, como Bryan dice, un show a la luz de una vela)! Me gustaría saber si eso lo podría conseguir Juan Magán con sus temas (me niego a llamarlo canciones) en unos… 10 años. O Pitbull. O Rihanna. Porque a cantantes de éxito a nivel mundial las quiero ver yo sentadas junto a un piano estremeciendo al personal. Que lo de los efectos y los fuegos artificiales ya me lo conozco.
Lo dicho, perdonen mi visceralidad. Pero a uno le duelen prendas al ver que se considera a la juventud de hoy en día unos estúpidos musicalmente hablando. Y más duele que muchos lo sean.