Que sí, que son sólo películas de superhéroes. Cosas de frikis. Personas en mallas de colores con poderes sobrehumanos. Venga hombre… Eso no es cine. Una sucesión de explosiones, peleas y gestos que tienen su súmmum en la post producción. Ni Lobezno tiene garras, ni Tormenta vuela… ¿Pero de qué coño estamos hablando? Cosas de críos, de gente que vive en su mundo de fantasía.
Las opiniones más drásticas suelen venir dadas por los más cerriles y radicales. Los momentos menos aperturistas suelen nacer de las exigencias de los que se erigen como adalides de la libertad. En las salas de cine, para los que seguimos yendo, se está viviendo una «edad de los cómics». Aquellos que crecimos con los de Fórum y Zinco vivimos estos años como una suerte de locura fantástica. Para los que no… Veamos: tensiones dramáticas, lazos de amistad que se rompen, historias de amor que acaban en tragedia, relaciones imposibles y, sobre todo, la consabida lucha entre el bien y el mal llevada a los orígenes de la condición humana: miedo, envidias, recelos… Buenas tramas, ¿no?
X Men, o La Patrulla X que es como siempre se llamó en este bendito país, son un grupo «rarito». Los apartados, los denostados, los menos valorados… Los outsiders, que dirían los modernos. Confieso que siempre fui de Los Vengadores y de Los Cuatro Fantásticos. Pero desde la revolución Nolan me interesa ese lado oculto de aquellos que, se supone, tienen todo para luchar contra su condición y, aún así, se sienten torturados. Me encanta ver a Tony Stark (Iron Man para los no iniciados) soltar su ironía sobre el resto del mundo y héroes marvelianos (tiene pasta y chulería de sobra para tal efecto), pero la dicotomía eterna de Magneto es digna de elogio. El bien, el mal, los míos, los otros…
X Men (la película) marcó el camino a seguir aún disponiendo de unos medios, digamos, justos. La segunda parte fue un rizo escandaloso, un punto y aparte en los films de este género. Se acabaron los finales felices. Se acabaron los argumentos con principio y fin. X Men III fue un ejercicio de juegos artificiales fallido. Quizá entretenido, pero sus ansias de grandeza enterraron sus intenciones. Rattner jugando a ser Bryan Singer. Así que después de la magnífica X Men: Primera Generación esperaba con ansia esta X Men: Días del futuro pasado. Y con un poco de recelo. Singer había dirigido dos tordos de campeonato como Superman Returns y Jack el Cazagigantes y me preguntaba cómo podría volver a bombazos como la segunda parte de los mutantes o esos magníficos Sospechosos habituales. Pues lo ha hecho de nuevo. Y contando con un reparto que ya querría para sí cualquier obra maestra de la dramaturgia cinematográfica: Lawrence, McAvoy, Fassbender, Jackman, McKellen, Page… Sin ánimo de destripar ni un ápice de la película diré que los que aún no la hayan visto deben estar especialmente abiertos a viajes en el tiempo… pero mentales. Y disfrutar la fantasía y la magia de aquello que no necesita más explicación. A partir de ahí, la retahíla de subtramas: la de Magneto contra sí mismo. la de Mística contra su destino, la de Lobezno como inspirador, la de Charles Xavier como Mesías descreído. Y señores, por favor, pónganse de rodillas ante los minutos perpetrados por Pietro Maximoff. O Mercurio, como prefieran. Me despellejo las uñas pensando en lo que puede hacer Josh Wheddon con él en Vengadores: la edad de Ultrón.
Lo dicho, entretenimiento elevado al máximo exponente, pero con contenido. Aquí valen tanto las batallas del Hombre de Hielo y los Nuevos Mutantes contra los centinelas como la del Profesor X contra la droga y sus fantasmas personales. Y los momentos son igual de intensos.
Id al cine sin prejuicios y saldréis recompensados. Id con ellos y, seguramente, tendréis que dejarlos en la papelera al finalizar.