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El que suscribe vibra con la música. Uno construye su memoria en base a momentos que, en su mayoría, tienen banda sonora. Que no suene cursi: en mi cabeza es así. Los Miserables es un musical magnífico con un número que le viene bien a nuestra ciudad en cuanto asoma la primavera y se cambia la hora. “Sale el sol… Mañana es hoy y empieza aquí“, cantan.

Y es que los famosos brotes verdes que pusieron de moda gobiernos pretéritos florecen en abril a pesar de lluvias y vientos. En el centro nadie se confía ni se quita la pelliza, pero ese solete de mediodía pega con gafas de sol y pincho de tortilla en terraza. Dentro no sabe igual. Y las chavalas guapas quedan en garitos en los que den los rayos de plano a eso de las seis, que los tardeos agradan y combinan con el calorcito trampantojo que te vende, timorato, Valladolid. Que no es que te engañe, pero sabes que lo que te regala a esa hora te lo va a cobrar a las diez de la noche, cuando te acuerdes de Roberto Brasero por no haberte advertido de que sacases la chaqueta amorosita, la de lana gorda.

Y al día siguiente vuelves a entonar con voz muy queda: sale el sol.

Y aparece el maldito entre dos edificios. Una rendija más delgada que la línea roja de la película. Y tú moviendo las mesas al camarero de boli en el bolsillo de la camisa porque quieres ligar bronce y a la sombra hace biruji. Y matas por ese rato. Y reniegas de los que van por turnos a los rayos UVA porque, chico, no coge igual. Porque este moreno de Plaza Mayor es mucho más auténtico. Como comparar el de piscina y el de Cádiz, con posterior cena en El Ventorrillo del Chato. No es lo mismo, como dice Alejandro.

Y las semanas en las que tiramos de refrán, acordándonos del cuarenta de mayo y la sabiduría popular, miramos el pronóstico del tiempo con la impaciencia del que espera que salga su número en la lotería. Y cuando las nubes dan un respiro, quedamos en Cascajares, Martí y Monsó o el Continental. Y mientras nos acercamos, vamos tarareando, sonriendo. Sale el sol.

Doctor Brown

Iba para inventor en los 50. Me quedé en el intento de escribir algo interesante. Vive y no dejes morir... de aburrimiento.

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