Y no vuelvo más. Porque uno enfila el sendero del sacrificio, tratando de lucir palmito en las terrazas de Cascajares o la Plaza Mayor, y tiene más tentaciones que los chavales estos de la isla de Telecinco. Voy a recapitular para centrarles y llevar un orden que todos puedan entender, que estarán ustedes en clave electoral: me apunté al gimnasio. Decía el médico que a partir de cierta edad (y debía hablar de la mía, porque me lo contó como los novios que dicen lo de «no eres tú, soy yo») hay que hacer ejercicio de fuerza. Así que, como soy obediente en lo que a la salud se refiere, me hice con un chándal pintón y un par de camisetas, abandoné la caña de media tarde y enfilé la Acera de Recoletos resignado a mi suerte. La elección de la sala vino determinada más por la compañía que por un concienzudo estudio: mis últimas tentativas de tener una buena relación con las pesas habían durado poco más de un mes, y entendí que ir con compañeros era la única manera de obligarme.
*Así comienza el artículo «Me borro», publicado en El Norte de Castilla el 18 de mayo de 2023. Puede continuar su lectura aquí