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Yo, de esto de comer en compañía, disfruto, pero no estoy nada concentrado. Julio ha acudido tres veces a nuestra mesa a tomarnos nota y no sé qué pedirle. El pobre, dilecto y discreto como es, ha tirado de Carmelo Rodero para abrir las hostilidades y darnos tiempo. José me mira como lo hacen los del tribunal a los opositores, inquisitorial, sabiendo que mastico algo sin haber empezado aún a comer. Las chicas ojean la carta. Dicen por ahí que no hay que escribir enfadado, que te pierdes, que desencajas las ideas y te apresuras. Mucho mondongo, poco tino. Pero tengo un cabreo descomunal y no sé cómo exorcizarlo sin cargarme la velada compartida.

Me transporto unas horas atrás. En la oficina de Correos de Puente Colgante suele haber tanto jaleo como en Zara en rebajas. El caso es que, dadas las malas nuevas, pasé por allí a hacer el caminito que la mayoría de españolitos recorrerán de aquí a julio. El 123, me tocó. E iban por el 112.

Que dame el sobre para el voto por correo, decía un señor aferrado a su pantalón de pana en este junio malparido. Que qué pongo aquí, hijo, continuó. Y que si no tendrás otro para mi señora. Dos números después, una chica de veintipocos preguntó si ya podía ejercer su derecho. Y los funcionarios, solícitos y pacientes, contestaban por nonagésimo cuarta vez desde el aciago lunes que no, que el voto les llegará a casa del 3 al 16 de julio.

*Así comienza el artículo «La fiesta de la democracia… otra vez», publicado en El Norte de Castilla el 8 de junio de 2023. Puede continuar su lectura aquí

Doctor Brown

Iba para inventor en los 50. Me quedé en el intento de escribir algo interesante. Vive y no dejes morir... de aburrimiento.

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