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Cuentan, los que cuentan cosas, que hay que dar a los duelos dos semanas. Para que se aposenten los cambios, pase la negación y se asuma la nueva situación. Como una luna de miel, pero a la inversa. A esto uno acude a vivir quince días de idilio, desenfreno, lujo caduco y cierto horterismo en ocasiones. En cambio, a lo que nos ocupa, se entra envuelto en drama, incomprensión, angustia… Y el tiempo, que todo lo cura pero en su momento, va colocando las piezas del puzle donde corresponde. O aún mejor, donde conviene que estén aunque no encajen del todo.

Uno ha visto, será por la edad, demasiados disgustos, algunos dramas y momentos difíciles. El domingo salía del estadio terminando de tragar la bilis y encontré a dos chavales que, desconsolados, lloraban agarrados a su padre. Me dieron ganas de abrazarlos y decirles al oído que esto es el Real Valladolid, que cuando los del Atleti dicen que son sufridores se nos parten dos vertebras al reírnos porque no conocen ni el seis por ciento de esa sensación, que les quedan muchos días como este del descenso y pocos de gloria, pero que esos valdrán todos los sinsabores.

Pero me fui. Me fui cabizbajo. Abrí la puerta de casa, me quité la camiseta que en su día llevó Patrick Ebert y me metí en la cama sin cenar. Porque ahí comenzó mi luna de hiel.

*Así comienza el artículo «Luna de hiel en Zorrilla», publicado en El Norte de Castilla el 5 de junio de 2023. Puede continuar su lectura aquí

Doctor Brown

Iba para inventor en los 50. Me quedé en el intento de escribir algo interesante. Vive y no dejes morir... de aburrimiento.

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