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Cari y Julieta son amigas desde los tiernos recreos con uniforme manchado de Nocilla. Ambas crecieron de la mano y juntas se hicieron adultas. No dudaron en ejercer de testigo de la boda de la otra y nadie, jamás, les ha privado de su charla telefónica semanal. Esto es así porque los designios laborales, amorosos o vaya usted a saber de qué tipo (la vida, dicen muchos), llevaron a Julieta más allá del peaje de San Rafael y dejaron a Cari viviendo en un piso muy cuco junto al patio de sus correrías infantiles.

Y cada cierto tiempo, la rubia vuelve de sus madriles del alma, con su modernidad, sus tiendas de postín y su aire cosmopolita; y tras la visita de rigor a su padre, que aún da paseos por Filipinos, toma un café con la morena, que aquí sigue.

Cari siempre busca un sitio nuevo y curioso para su cita porque Julieta suele encontrar pegas habitualmente: que si otra vez ahí, que si en ese no tienen leche de avena ultravitaminada, que cómo es que aún no la tienen en estas cafeterías si en la capital es lo más de lo requetefetén…

Cari encontró el amor en un bar del Cuadro que ahora es una frutería. Fasa les dio posibles y futuro desde una edad temprana y la familia creció alrededor de semejantes mimbres. Sus niños, tres, estudiaron en las mismas clases que mamá y pasaron, felices, los veranos en las piscinas de la empresa. Como casi media Valladolid.

*Así comienza el artículo «Teoría inversa de Kennedy sobre Valladolid», publicado en El Norte de Castilla el 29 de mayo de 2023. Puede continuar su lectura aquí

Doctor Brown

Iba para inventor en los 50. Me quedé en el intento de escribir algo interesante. Vive y no dejes morir... de aburrimiento.

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