Creo que ya he entendido cómo funciona. Cuando se acerca el cumpleaños de uno, la fecha y felicitaciones se afrontan jubilosamente. Cuando se supera y se va alejando en las hojas del calendario (hasta en esto soy antiguo) es cuando aparecen los lamentos, los achaques y el clásico “¡Dios, qué has hecho conmigo! ¡Teníamos un pacto!”, que todos los que hemos visto treinta veces Friends hemos gritado en voz alta.
El mío, pasado hace poco, ha hecho mella en mi corazoncito. Básicamente por una causa: las circunstancias, que no me han dejado enfocar en aquello que atesoro después como recuerdo imborrable: la fiesta con amigos y familia.
Voy a comenzar dejando claro el terreno en el que nos vamos a mover en este pequeño artículo: adoro celebrar mi cumpleaños. Ni por darme importancia, ni por ser el centro de interés (haters, pasad de uno en uno)… Creo que lo que me entusiasma es la unión de varios sectores importantes de mi vida en un lugar, o día, o con un motivo. Si el nexo de esa amalgama tiene que ver conmigo, bienvenido sea.
Decía el filántropo americano Bernard Baruch algo así como que la gente mayor es siempre quince años más vieja que tú, sin importar la edad que tengas. Lo cierto es que, este año, he empezado a apreciar ciertos detalles de los que hacen que se enciendan las alarmas y ponen en marcha esa preocupación casposilla que empieza todas sus frases por: “y si…”.
Enumerando algunos ejemplos:
* No puedo comer chorizo por la noche. Ni por la tarde. Ahora mismo estáis pensando que al buen doctor se le ha podrido la poca materia gris solvente que le quedaba, pero es que soy incapaz de comer un bocadillito de semejante néctar de dioses sin el ardor consecutivo. Yo hace “cuatro días” (pobre iluso) desayunaba pizza fría o macarrones diavolaal llegar de fiesta de madrugada. Y, automáticamente, me quedaba frito en el sofá. No worries, que dicen los british. Ahora, si lo hago, me siento como si fuera el tambor de una lavadora de las antiguas, de las que hacían más ruido que el batería de The Who. Vueltas, sonidos infames y malestar general garantizado.
* Me van apareciendo dolores igual que le crecen las plantas en primavera al que pone un huerto. Cada vez que me agacho a por algo, al levantarme hago ese ruidito característico: uhhhhhrggg. Es como un tic constante que te dura lo que tardas en ponerte recto de nuevo… si puedes. Te levantas por la mañana, pones los pies en la alfombra, te incorporas… y ahí está el cabrón. Ayer por la noche se había perdido y ha vuelto. Y le acompaña un amiguete que te clava algo junto a los hombros. Yo jamás, JAMÁS, había ido a un fisioen cuarenta años (estoy dando demasiados datos). No es que se haya convertido en mi médico habitual, pero lo visito más que a colegas que tienen bares. Y eso no puede ser. NO PUEDE SER.
* No soporto el sesenta por ciento de lo que suena en la radio como novedad. Y del cuarenta por ciento restante no hablo porque suena mientras hablo con mi mujer y no le presto atención (a lo que suena. A mi mujer le presto atención siempre que no hable de colores que superan mi gama cromática de cromañón). El otro día miré la lista de Los 40, por curiosidad. Hay dieciocho “artistas” que no conozco (de algunos no sé ni decir el nombre. ¿Quién coño es MNEK? ¿Y Jawsh 685?). Cuando era pinchadiscos (en una vida que, en este momento, parece tan lejana como el Cretácico) la llevaba trillada al dedillo. Tampoco es que fuera mi “catecismo musical de cabecera”, ni de lejos, pero había que estar al tanto, por si te lo pedían (lo que entonces conocíamos como JASP: Joven, Aunque Sobradamente Preparado). Mi ignorancia en asuntos “radioformuleros” me hace recordar que soy un pincharetirado disfrutando de la jubilación que vuelve en ocasiones puntuales a poner grandes éxitos (PRDJQVOPAPGE. Si nos ponemos a decir nombres raros inventados, gano. Chúpate esa, MNEK -¿será familiar del de Laura no está?-).
* Cuento más batallas que cosas que me han sucedido hace poco. Muestra: cuando alguien nuevo entra en el círculo de amigos o conocidos, tiro de grandes éxitos que siempre triunfan en una buena sobremesa. El más nuevo sucedió hace diez años. No es que no me haya pasado nada suculento en los últimos tiempos (existen vídeos que hundirían mí, ya de por sí, erosionada imagen), pero los TOP, que diría Mourinho, pelan canas o sucedieron en bares que, desde entonces, han cambiado su nombre hasta dos veces.
* Como colofón, voy con algo que riza el rizo. Es probable que siempre esté mejor que otros de mi edad, pero tengo una condena: nací el mismo día del mismo año que Leonardo di Caprio. Y, claro, todas las comparaciones son odiosas. Si llego a ser “coetáneo de cumple” de, qué sé yo, Ada Colau (que no se mosquee nadie, es que también es de mi año), pues dices: mira, estoy pintoncillo aún. Pero claro, Leo sigue agarrado a la tabla del Titanicpara el noventa y cinco por ciento de las mujeres del planeta. Y contra ese flequillo no se puede luchar. Fin de la discusión.
Para terminar mi resumen aglutinador de desánimos (tampoco ha sido para tanto), me agarraré a lo que expresaba acertadamente Shirley Bassey, que lo mismo te cantaba Goldfingerque te dejaba una cita molona: “no te haces mayor, te haces mejor”. Y en eso estoy. Pese a todo lo antes comentado creo que soy un “joven con achaques”. No voy a dejar de celebrar mi cumpleaños aunque todos los “tíos Gilito”, “Scrooge” o enanitos gruñones que habitan mi mismo ecosistema ladren diciendo que es una horterada o infantil hacerlo a partir de cierta edad. Cambiaré ciertos hábitos por otros y a seguir picando piedra (¡qué invento el café torero! Los juveniles lo llaman tardeo, pero eso está inventadísimo desde tiempos pretéritos. Salir a comer, café, copa… Prescindamos del puro y cambiémoslo por otra copa. Maravilloso).
Un consejo cortito (y al pie): mirad los álbumes de fotos de vuestros padres y contad en cuántas instantáneas estáis soplando velas. Momentos de felicidad, ¿eh? Ya, que falta gente y que eso hace pupaen el corazón. Pero también faltan el seis de mayo. Y el catorce de octubre. Que os quiten lo bailaoy preparen contenedor para lo que aún nos queda (por ahora, sin arrimarse).
Como dice un amigo, otra vuelta al Sol. Y que queden muchas.