Tranquilos. Ya hemos pasado debates, mentiras y elecciones –por ahora–, así que las noticias veraniegas volverán a cómo hidratarse adecuadamente, qué platos nos hacen estar más fresquitos y dónde pasan los famosos su periodo estival. Paso páginas de periódicos y revistas y veo que, a estas alturas del año, en las que en Madrid deben de estar a punto de freír la panceta en las aceras, los menesterosos que sueñan con un pellizco hacen cola bajo la solana en Doña Manolita. La esperanza, supongo, que nos hace perder el equilibrio y el poco sentido común que nos queda. A algunos he visto, la semana pasada, en La Rana de Oro de Río Shopping pidiendo el número de la fecha de su boda o de su divorcio. Lo dicho, es lo último que se pierde.
Esto no es sólo aplicable a los juegos de azar con los que tapar agujerillos. Y si no, díganselo a la abogada norteamericana que ofrece una suculenta recompensa (cinco mil machacantes, que diría el añorado Ibáñez) por encontrarle un marido. Ojo, no un novio. ¡Un marido! Así, del tirón. Me imagino esta situación en aquellos días de El Desván o Sotabanco, pienso en que una mozuela me pusiera ojitos, me acercara de rondón y me dijera: busco esposo. No paro de correr hasta llegar a Rioseco. Tendría que tomarme café y dos abisinios para que se me pasase el susto.
*Así comienza el artículo «Amor de todo a cien», publicado en El Norte de Castilla el 27 de julio de 2023. Puede continuar su lectura aquí