Existen momentos en la vida en que uno se da cuenta de que se está haciendo mayor. Uno de ellos es cuando al caminar por la calle alguien te dice: «¿tiene hora?». Así, sin la «s» final… Sin avisar. Otro es cuando hablan de ti en la cola de una tienda diciendo: «el último es ese señor». Jodido… Muy jodido. El tercer punto es cuando pones un gesto sospechoso al saber que casi todos los futbolistas de Primera son más pequeños que tú (ese, ese que están poniendo ustedes). El último es cuando empiezas a dejar de poner ciertas emisoras de radio y siempre sintonizas las que exclusivamente programan «oldies»: canciones que han sido un éxito en un momento pasado (mínimo diez años).
En primer lugar quiero dejar claro que me sumo a esa tendencia que dice que uno se hace mayor cuando dice que es mayor y se comporta como tal. A lo que yo me refiero hoy es a lo musical. Y me explico: estos días ha caído en mis manos el nuevo bluray (en DVD supongo que también lo tendrán, para los no entendidos) de Bryan Adams. Al oír ese nombre muchos de los que lean este artículo preguntarán quién es. Otros pensarán en el tipo que hizo baladas en los noventa y otros muchos lo asociaremos a uno de los autores más prolíficos de rock en mucho tiempo. Aparte de gustos, que los hay, viendo este concierto recuerdas la esencia de la música: un tipo sobre un escenario, una guitarra (sin enchufar, a pelo y cogida con un micro) y un piano. Y, envolviendo todo, un repertorio que para sí querría cualquiera de los chiquilicuatres que pueblan las ondas. Incluso con poseer dos o tres de estas canciones (Heaven, Somebody, This time, Run to you, Cuts like a knife…) se conformarían . Sin duda. B. Adams canta sin trampa ni cartón, toca con sus propios dedos (aunque parezca obvio no se crean que todo el que tiene un grupo toca en su propio disco) y forma una atmósfera hipnótica sin banda, sin artificio, sin cositas grabadas… Vamos, que ese mismo concierto podría haberlo dado en el verano de 1969. ¿Cuántos artistas (con perdón de los artistas de verdad) podrían adaptar sus temas para poder tocarlos en esas condiciones y salir airosos? ¿Cuántos podrían ser creíbles? Es que Adams rasguea las seis cuerdas y la gente de la primera fila enloquece porque es exactamente lo mismo que si lo hiciese delante de ellos en el salón de su casa. Y sí, son éxitos mundiales. Y sí, el que canta, canta y el que toca, toca.
Miren, no intento convencer a nadie, no tengo que hacerlo. El concierto se llama «Bare bones» (huesos desnudos para los lejanos a la lengua de Shakespeare) y el título le viene al pelo. Entiendo que haya gente que aboga por la «música para divertirse», pero es que yo me divierto con ésta. Cabe decir que en un momento, ante una canción que no me esperaba, empecé a sonreír y cantar como un loco. ¡Y estaba en mi casa! ¡Y es un concierto acústico (más que acústico o desenchufado, como Bryan dice, un show a la luz de una vela)! Me gustaría saber si eso lo podría conseguir Juan Magán con sus temas (me niego a llamarlo canciones) en unos… 10 años. O Pitbull. O Rihanna. Porque a cantantes de éxito a nivel mundial las quiero ver yo sentadas junto a un piano estremeciendo al personal. Que lo de los efectos y los fuegos artificiales ya me lo conozco.
Lo dicho, perdonen mi visceralidad. Pero a uno le duelen prendas al ver que se considera a la juventud de hoy en día unos estúpidos musicalmente hablando. Y más duele que muchos lo sean.